CALA DE PAULILLES

La cala de Paulilles es un sitio perfecto para una escapada a la naturaleza. Parada obligada en la costa Vermeille, este rincón de paraíso ofrece un mosaico de paisajes impresionantes. Entre el mar y la montaña, los viñedos en terrazas y los bosques de alcornoques, la aventura por los senderos señalizados, en el corazón de un parque natural protegido, promete bellas sorpresas.

LOS PAISAJES DE PAULILLES

Esta escapada permite apreciar numerosos panoramas de excepcional belleza. Los visitantes quedan seducidos por las pequeñas playas separadas entre sí por promontorios rocosos, pero también por los coloridos paisajes, no en vano esta zona recibe el nombre de Côte Vermeille. Basta con echar un vistazo para descubrir las numerosas plantas protegidas que se esconden en el paisaje, como la Armérie del Rosellón, el Polycarpon de Cataluña o el clavel de los Pirineos.

LAS CALAS DE LA COSTA VERMEILLE

La cala de Paulilles también es una delicia para los que prefieren holgazanear en la playa. El lugar cuenta con algunas de las más bellas playas y calas de arena al pie del macizo de las Albères. Entre ellos, cabe destacar: • Playa de Saint-Vincent (Collioure) • Playa de Racou (Argelès-sur-Mer) • Playa de Sana (Banyuls-sur-Mer) • o la playa de Peyrefitte (Cerbère).

VISITA AL TALLER DE BARCAS CATALANAS

El taller de restauración de barcas catalanas es una visita obligada tanto para los amantes de la naturaleza como para los interesados en la historia y la cultura catalanas. Aquí, los carpinteros están encantados de explicar a los visitantes que estos barcos de pesca se utilizaban antiguamente en la costa mediterránea para pescar anchoas y sardinas. Los barcos catalanes son una parte importante del patrimonio marítimo local. Los artesanos encargados de restaurarlas comparten con orgullo su saber hacer, explicando en particular las técnicas utilizadas para renovar estas tradicionales embarcaciones multicolores.

VISITA A LA ANTIGUA FÁBRICA DE DINAMITA

La presencia de un patrimonio obrero e industrial en plena naturaleza es una de las particularidades de la ensenada de Paulilles y, más ampliamente, de la costa Vermeille. Esta visita nos permite volver sobre los pasos de un yacimiento que albergó una industria floreciente pero delicada. Es en un parque de diecisiete hectáreas donde se puede comprender esta historia laboral de ciento quince años. La visita es una auténtica inmersión en un pasado no tan lejano. En 1870, Alfred Nobel y su socio Paul Barbe decidieron instalar una gran fábrica de dinamita en la costa mediterránea. Esto requirió el despliegue de cientos de trabajadores y miles de toneladas de dinamita. El negocio iba bien, contribuyendo al desarrollo de la economía local y aportando importantes beneficios sociales (escuela, comercios...) La fábrica contaba con treinta y dos edificios, siete de los cuales siguen abiertos al público en la actualidad.